lunes, 15 de noviembre de 2010

"Los cínicos no sirven para este oficio" - Kapuscinski, Ryszard

Ficha técnica
Título completo
Los cínicos no sirven para este oficio – Sobre el buen periodismo
Autor
Kapuscinski, Ryszard
Editorial
ANAGRAMA
ISBN
978-84-339-6796-1
Edición
Maria Nadotti
Traducción Italiano - Castellano
Xavier González Rovira
Nº de páginas
124
  
Los cínicos no sirven para este oficio – Sobre el buen periodismo. Así se titula el libro de Ryszard Kapuscinski cuya edición original se publicó en Roma en el año 2000. De hecho, no se trata de un libro con una estructura común sino que el autor, Kapuscinski, realiza una valoración sobre el periodismo y su propia carrera personal a través de tres entrevistas con diferentes personas. La primera, moderada por Maria Nadotti,  tuvo lugar en el VI Congreso <<Redactor social>> que se celebró en Capodarco di Fermo (Apulia) en 1999. La segunda es una entrevista realizada el 28 de noviembre de ese mismo año por Andrea Semplici, peridista y fotógrafo. Finalmente la tercera entrevista es fruto de un encuentro entre Kapuscinski y John Berger, escritor y crítico de arte inglés, nuevamente moderada por Maria Nadotti. Cada parte se centra en aspectos distintos pero las tres mantienen una estrecha relación con el mundo del periodismo. Si la primera parte bien se podría considerar una reflexión crítica sobre el periodismo actual y su evolución en los últimos años, en las dos siguientes Kapuscinski se basa principalmente en explicar sus vivencias por África como reportero.

La parte que más me ha impactado es, sin embargo, la primera. Como ya se ha dicho anteriormente, en ella el autor realiza una profunda valoración del mundo del periodismo. “Los cínicos no sirven para este oficio”[1] es sin duda la afirmación más relevante de la primera entrevista, no solo porque corresponde al título de la obra, sino porque es, personalmente, algo discutible. Kapuscinski defiende la declaración asegurando que un periodista nunca podrá llegar a ser bueno sino es a través de su calidad humana ya que debe estar en contacto constante con las personas. Es cierto, pues, que la gente es capaz de percibir las intenciones del periodista en pocos segundos y precisamente de estos pocos segundos puede depender todo un reportaje, ya que si una persona determinada decide no hablar tampoco se obtiene el material necesario. Sin embargo, hay ejemplos que ponen en duda que los buenos periodistas son siempre buenas personas ya que aquí entra en juego un factor que podría denominarse ético. Para ilustrar esta reflexión me gustaría hacer referencia al famoso y polémico premio Pulitzer de fotoperiodismo de 1994. El ganador fue el fotógrafo Kevin Carter gracias a una fotografía que tomo en la región de Ayod, una aldea de Sudán (África). La imagen muestra a una niña pequeña arrodillada en el suelo aparentemente abatida, desnutrida y esquelética. En un segundo plano, un cuervo permanece impasible esperando la muerte de la niña que, por otra parte, parece inminente. La existencia de esa fotografía implica que tuvo que haber un fotógrafo que decidió inmortalizar el momento antes que ayudar a la niña. Este caso en concreto ha creado mucha polémica, en gran parte porque Kevin Carter se suicidó pocos meses después de ganar el premio. Ante este hecho existen varias opiniones: desde los que creen que se quitó la vida al sentirse culpable por no ayudar a la niña, hasta los que opinan que la foto no es lo que parece. Pese a todo, con esta alusión no se está juzgando al fotógrafo en cuestión sino simplemente ejemplificando que a veces es complicado distinguir el límite entre lo que es ético y lo que no. ¿Es lícito no intervenir en determinados casos para conseguir una buena fotografía o un buen reportaje? Si retomamos la idea inicial de Kapuscinski, haciendo referencia a los periodistas como buenas personas, la respuesta sería no. Por tanto, existe una especie de paradoja ya que los buenos periodistas han de ser buenas personas pero en cambio hay veces que es necesario sacrificar (al menos unos minutos) la calidad humana para ganar un premio (que suele recompensar a los buenos periodistas, ¿no?)  No obstante, se trata de un tema complejo y con matices porque hay quien piensa que es la única manera de transmitir y de informar de ciertas situaciones creando el impacto necesario para que la opinión pública se movilice.

Otro punto a destacar es el fragmento en el que Kapuscinski hace referencia a la libertad de prensa. El autor describe un periodismo donde reina la censura, la presión y la persecución (física y/o económica) y lo ilustra a través de la siguiente afirmación: “la conquista de cada pedacito de nuestra independencia exige una batalla[2]”. Además, advierte que la prensa internacional está manipulada y que existe una constante competencia entre los medios de comunicación. No puedo estar más de acuerdo en este sentido. ¿Cuántas veces vemos telenoticias de diferentes cadenas y tenemos la sensación de que (desde un enfoque u otro) dicen exactamente lo mismo? La selección de noticias, según Kapuscinski, “está completamente reservada a la intuición, talento y principios éticos”. ¿No sería lógico, pues, una cierta diversidad que a la vez aportara riqueza en las noticias? Sin embargo, esto no es así. La competencia es el primer aspecto que tienen en cuenta los medios, de manera que si una cadena decide destacar otro hecho se está equivocando y por tanto queda fuera de la incesante pugna entre medios.

Por último, quisiera hacer referencia a las dos últimas partes en las que el autor hace un recorrido por su experiencia como reportero en África. En ellas, narra como a través de las personas llegó a integrarse en la vida africana y solo así fue capaz de escribir sobre ese país. Cita varios episodios de la historia de África entre los que destaca el muy conocido caso de Mandela (Sudáfrica) al que considera un milagro que evitó, al final del aparheit, que estallara una guerra civil, y que por primera vez el poder pasara a manos de los negros.

En conclusión, el libro finaliza con un diálogo entre el ya nombrado John Berger y Kapuscinski. Una de las reflexiones que realiza este último es el desarrollo, a mediados del siglo XX, de una historia diferente a la de siempre: la historia que explican los medios de comunicación. Esta historia cada vez cobra más importancia y los encargados de explicarla no son los profesores en las clases si no los periodistas a través de los medios. Este hecho debe ejemplificar la grandeza y la influencia de los medios de comunicación, pero también debe concienciar de la gran responsabilidad que tienen estos al narrar, publicar o leer una noticia, ya que son el contacto directo de la población con el resto del mundo.







[1] [1] KAPUSCINSKI, Ryszard, Los cínicos no sirven para este oficio – Sobre el buen periodismo p. 53
[2] KAPUSCINSKI, Ryszard, Los cínicos no sirven para este oficio – Sobre el buen periodismo p. 57

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